El sector del profesional, tanto trabajando como freelance como por cuenta ajena, se enfrenta a fuertes presiones de un mercado multinacional en plena redefinición.
Las actividades de desarrollo del profesional son cada día más complejas; no basta tener un alto nivel técnico en nuestra especialidad profesional sino que necesitamos dotarnos de toda una serie de competencias que nos permitan, valga la redundancia ser competitivos.
La capacidad de organizar eficaz y eficientemente nuestro tiempo junto a otras habilidades como el dominio de los medios digitales; el modelo de negocio; la marca personal; el aprendizaje continuo; la comunicación, negociación y venta; la inteligencia competitiva… será lo que nos llevará al éxito.
¿Por dónde empezamos? Tal vez, incluso antes de tener nuestros objetivos claros, hacia donde queremos ir, debemos dotarnos de unos buenos hábitos de organización.
Tempus fugit ya decía el poeta latino Virgilio hace algo más de 2.000 años: El tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela.
Cada día disponemos de 86.400 segundos, ni uno más ni uno menos, a nuestra entera disposición. Pero al final de ese día ya no disponemos de ninguno de estos, se han agotado independientemente al uso que hayamos hecho de ellos. Son efímeros, son perecederos, no se pueden ahorrar y guardar en un cajón. Ni siquiera en un congelador.
No es solo que lo hayamos ocupado en algo útil para nosotros, sino que realmente en esto sea en lo que mejor lo hubiéramos podido invertir.
Siempre tenemos en nuestra mente más ocupaciones que tiempo para desarrollarlas por tanto no solo es importante saber qué debo hacer sino además que es lo que debo hacer primero. Muchas veces el dilema se plantea entre lo que tengo que hacer, lo que me veo obligado a hacer y lo que me gustaría hacer.
Planificar, ejecutar y evaluar la distribución del tiempo disponible de acuerdo con nuestras prioridades en el ámbito personal, familiar y laboral, con el fin de lograr nuestros objetivos de manera más eficiente y satisfactoria no es una tarea fácil.
Como decíamos al principio, tenemos más presión y debemos ser más eficientes; no hacerlo nos genera insatisfacción, tensión, distrés y, como consecuencia ineficiencia.
Necesitamos encontrar el equilibrio entre el tiempo de dedicación a los distintos ámbitos de nuestra vida. Y si lo gestionamos mejor ¡mejoraremos nuestras vidas al disponer de más tiempo para lo que más nos gusta!
Las personas y las organizaciones que mejor planifican y organizan sus actividades y recursos son capaces de ser más eficientes y eficaces consiguiendo mejores resultados que las que no lo hacen.
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